Primer romanico

 

En los condados catalanes del siglo XI, gracias sobre todo al impulso del abad Oliva (970-1046), tiene lugar la construcción de una serie de edificios de estructura simple en los que se emplean las novedades arquitectónicas introducidas en Europa por los monjes cluniacenses, caracterizadas por el uso de un aparejo rústico, naves cubiertas con techumbres de madera o bóvedas de cañón, zonas absidiales en sus cabeceras, soportes en forma de columnas o pilares, fachadas torreadas y una característica decoración exterior a base de arcos ciegos y lesenas o bandas decorativas de tradición lombarda. Los edificios más representativos de este primer románico catalán son Sant Pere de Rodes, San Vicente de Cardona, el monasterio de Santa María de Ripoll y San Pere de Casserres.