Arte Romano: Un arte al servicio de un imperio
El Arte Romano se inicia en íntima conexión con el Arte Etrusco y con el de las colonias griegas de la Magna Grecia, de cuya cultura es directo heredero, incorporando, además, múltiples elementos de las más diversas culturas mediterráneas bajo dominio romano, con un sincretismo sumamente característico.
Se desarrolla fundamentalmente a partir del siglo III a.C. y evoluciona con evidente homogeneidad hasta el siglo V d.C., a través de las etapas que van señalando su evolución política: República (hasta el año 27 a.C.), Alto Imperio (hasta el siglo III d.C.) y Bajo Imperio (siglos IV y V d.C.).
La fuerte organización y personalidad del Imperio Romano exige un arte y una arquitectura que reúne el carácter funcional con el propagandístico. De esta forma nace un arte muy centralizado y unitario que abarca todo el imperio, no sólo Roma sino, en mayor o menor medida, a todas su provincias.
No cabe duda que el arte romano es la manifestación artística más significativa de la historia del mundo occidental, ya que su influencia nunca se ha dejado percibir a lo largo de los muchos siglos desde su desaparición en toda Europa. No ha habido momento histórico (quizás el gótico es el arte y arquitectura más alejada del canon romano) que no haya sufrido en mayor o menor medida su influencia.
Los romanos penetraron en la Península Ibérica en el 218 a.de C. y sobre todo, a partir de la mitad del siglo II a. de C. empezaron a crearse asentamientos estables. No tardó en generarse una pronta e intensa romanización que duró más de cinco siglos y que he dejado en nuestro suelo restos arqueológicos de primer orden.
El Arte Romano tiene su principal manifestación en la arquitectura, tanto religiosa como civil. Pero otras manifestaciones de primer orden son su magnífica escultura y en menor medida la pintura.